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TBolaños, A. (2017). Inculturación y educación en comunidades nativas Inga y Kamçá. La presencia capuchina. Revista Electrónica en Educación y Pedagogía, 1(1),59-74. doi:http://dx.doi.org/10.15658/rev.electron.educ.pedagog17.09010104

Recibido: Septiembre 30 de 2016/Revisado: Abril 20 de 2017/ Aceptado: / Junio 6 de 2017





RESUMEN

El presente artículo se registra en la labor investigativa de la Institución Universitaria CESMAG, específicamente del grupo de investigación Inti Rumi (Piedra de Sol), en la línea de investigación de: inventario, registro e interpretación del patrimonio cultural. Metodológicamente se establece un paradigma naturalista con enfoque cualitativo interpretativo aplicando el método histórico hermenéutico, soportado por análisis documental (fuentes primarias y bibliográficas), visitas de campo y entrevistas. El objetivo del texto es reflexionar sobre como la labor misional de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos tuvo presencia en el territorio del Alto Putumayo (valle de Sibundoy) desde tiempos coloniales, labor vinculada con pueblos nativos y concretamente con las comunidades Inga y Kamçá, y gracias a la cual, estos grupos étnicos ancestrales mantienen su cultura y lenguas propias. Así, se establece una aproximación al concepto de: Inculturación o inculturización, de cuño reciente, pero cuyo contenido no es ninguna novedad, especialmente para los Capuchinos. La principal misión capuchina era y es evangelizar; gracias a la conciencia sobre la importancia de la educación actuaron sobre la salvaguardia de las lenguas originarias y con ello contribuyeron a su mantenimiento y el de su cultura. La misión educativa continúa hasta hoy dejando su huella por todo el territorio colombiano y el continente.

Palabras clave:Cultura, educación (Tesauros); capuchinos inculturación, lenguas nativas (palabras clave del autor).




1Artículo derivado del proyecto de investigación “Historia de la salvaguardia de las lenguas nativas Inga y Kamçá en el Valle de Sibundoy (Alto Putumayo) por la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos (1859-1953) de la Institución Universitaria CESMAG, financiado y avalado por la Institución Universitaria CESMAG.
2Doctor en historia, Universidad Pompeu i Fabra e Instituto de Historia Vicent Vives (Barcelona, España). Master en Historia social, política y cultural, Universidad Autónoma de Barcelona (E). Especialista en Historia,Universidad del Cauca. Abogado, Universidad de Nariño. Docente investigador de tiempo completo de la Institución Universitaria CESMAG e integrante del grupo de investigación Inti Rumi. E-mail: abolanos@iucesmag.edu.co ORCID: http:// orcid.org/0000-0002-7255-2803. Bogotá, Colombia
3Doctora en Pedagogía, Universidad de Murcia. Profesora titular y coordinadora del Grado de Educación Social de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. E-mail:silviana@um.esORCID:http://orcid.org/0000-0001-8220-3562.San Juan de Pasto, Colombia.




Inculturation and education in Inga and Kamça native communities. Thecapuchin presence

Abstract: This article is registered in the research work of the Universitary Institution CESMAG, specifically in the Inti Rumi (Sun Stone) research group, in the research line of: inventory, registration, and interpretation of cultural heritage. Methodologically, a naturalistic paradigm is established with a qualitative interpretive approach applying the historical hermeneutic method, supported it by documentary analysis (primary and bibliographic sources), field visits and interviews. The aim of the text is to reflect on how the missionary work of the Capuchin Minor Friars Order had presence in the territory of the Upper Putumayo (Sibundoy valley) since colonial times, a work linked with native peoples and specifically the Inga and Kamçá communities, and thanks to which, these ethnic ancestral groups maintain their own culture and languages. Thus, an approach to the concept of inculturation or inculturization, of recent size, but whose content is not new, especially for the Capuchins,is established. The main Capuchin mission was and is nowadays to evangelize; thanks to the awareness of the importance of education, they acted on the safeguarding of the original languages and thereby contributed to their maintenance and that of their culture. The educational mission continues until today, leaving its mark on the colombian territory and the continent.

Key words: Culture, education (Thesaurus); capuchins,inculturation, native languages(author´s keywords).




Inculturação e educação em comunidades nativas Inga e Kamçá. A presença capuchina

Resumo: Neste artigo se registra na labor investigativa da Instituição Universitária CESMAG, principalmente do grupo de pesquisa Inti Rumi (Pedra do Sol), na linha de pesquisa de: inventario, registro, e intepretação do patrimônio cultural. Metodologicamente se estabelece um paradigma naturalista com enfoque qualitativo interpretativo aplicando o método histórico hermenêutico, suportado por analises documental (fontes primarias e bibliográficas), visitas de campo e entrevistas. O objetivo do texto é reflexionar sob como o trabalho missionário da Ordem dos Irmãos Menores Capuchino teve presença no território do Alto Putumayo (Vale do Sibundoy) desde tempos coloniais, labor vinculada com povos nativos e principalmente nas comunidades Inga e Kamçá, e que graças à qual, estes grupos étnicos ancestrais mantem sua cultura e línguas próprias. Deste modo, uma aproximação ao conceito: Inculturação, ou inculturização de selo recente, cujo conteúdo não é nenhuma novidade, especialmente para os Capuchinos. A principal missão Capuchina era e é evangelizar, graças à consciência sobre a importância da educação atuaram sobre a salvaguarda das línguas originarias e com isso contribuíram a sua manutenção e o da sua cultura. A missão educativa continua até hoje deixando sua impressão por tudo o território colombiano e o continente.

Palavras-chave::Cultura, educação (Thesaurus); capuchinos, inculturação, línguas nativas (palavras-chave do autor).


INTRODUCCIÓN

La Orden de Frailes Menores Capuchinos,a su llegada a la Nueva Granada, realiza su misión evangelizadora por el amplio territorio amazónico, hasta alcanzar el valle de Sibundoy (Alto Putumayo), actual departamento del Putumayo, donde sus pobladores originarios poseen sus propias lenguas y cultura.

En el uso de la palabra está la transmisión de saberes y deseos, de sentires y carencias del pasado; es la palabra, la lengua, el idioma, el instrumento más sofisticado que ha elaborado el ser humano y son los Capuchinos, quienes a través de la puesta en práctica de uno de sus principios fundamentales, la inculturación o inculturización, salvaguardaron, entre otras lenguas nativas, la Kamça y la Inga, del valle de Sibundoy.

Este avance de investigación pretende aportar a la comprensión de los estudios sobre la historia de los Capuchinos en América, la salvaguardia de las lenguas maternas de las comunidades originarias y la educación en la región. El presente artículo estudia la salvaguardia de las lenguas nativas Inga y Kamça y la creación de centros de educación en la región gracias a la presencia de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, quienes para su labor evangelizadora promovieron el uso de las lenguas ancestrales, salvaguardándolas de su desaparición.

La influencia de las misiones capuchinas se extendió por todo el territorio americano desde la Patagonia hasta Norte América, dejando en el territorio de la república de Colombia su legado misional y educativo de “Paz y Bien”, como expresa el lema de las instituciones Capuchinas.

La investigación tiene una composición de revisión bibliográfica y documental pertinente, de interpretación y comprensión de la información; es de carácter naturalista con enfoque cualitativo interpretativo y basado en un método histórico hermenéutico. Los conceptos básicos utilizados son: métodos y prácticas misionales, inculturalidad, catequesis y educación.


METODOLOGÍA

Este artículo se deriva del proyecto de investigación científico social sobre las lenguas nativas de las comunidades originarias inga y kamçá del valle de Sibundoy, en el Alto Putumayo (departamento de Putumayo, Colombia), y la presencia de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, estableciendo el periodo de estudio entre los años de 1859 a 1953.

Este estudio se realiza bajo la tutoría de la Institución Universitaria CESMAG, específicamente de la Vicerrectoría de Investigaciones, estableciendo un paradigma naturalista con enfoque cualitativo interpretativo con aplicación del método histórico hermenéutico, y apoyado por información y análisis documental, fuentes primarias y secundarias, visitas de campo y entrevistas.

UN LUGAR PARA LA CULTURA Y LAS PALABRAS

El actual departamento del Putumayo, en la república de Colombia, posee, al norte,un territorio denominado: Alto Putumayo, el cual se encuentra en el valle de Sibundoy. Esta región geográfica está poblada desde tiempos antiguos por diversos grupos étnicos ancestrales que poseen lenguas propias; ellos son los pueblos Inga y Kamsá4. Estas comunidades comparten territorio y se comunican en dos lenguas: el Kamsá, aún no satisfactoriamente clasificado, por lo que se conoce entre los lingüistas como aislado, y el Inga, que según el trabajo de los especialistas: Tandioy, F., Levinsohn, Tandioy, D y Maffla, (1997), es un dialecto proveniente de la lengua quechua, de las antiguas migraciones llegadas de la actual república del Ecuador. Es pertinente mencionar, que hablantes del Inga también se encuentran en el municipio de El Tablón de Gómez, corregimiento de Aponte, departamento de Nariño.

Figura 1. Ubicación Geográfica Putumayo. Adaptado de “Ubicación geográfica Putumayo”
Fuente.
F. Salazar, 2012.

Figura 2.Valle de Sibundoy y los cuatro Municipios: Santiago, Colon, Sibundoy y San Francisco. Adaptado de “conoce el Valle de Sibundoy”
Fuente.
A. Pozos (2015).


4También conocido con las denominaciones de: Kamëntsa, Kamsá, Coche, Sibundoy, Mocoa..


Para los Camëntza, habitantes más antiguos del valle mencionado, su origen e identidad está en la memoria de las palabras “Camuentsa Yentsa”, que significa: “hombres de aquí mismo con pensamiento y lengua propia” (Muchavisoy, Buesaquillo, Jamioy, N. y Jamioy, M., 1999).

Procedimiento

El lingüista vasco y director permanente del Seminario de Lenguas Nativas, del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, Jon Landaburo realizó, en 2012, en San Juan de Pasto una conferencia magistral en la que trató el tema de las grandes familias lingüísticas continentales: Arawak, Chibcha, Tupi y Quechua, a la que pertenece el Inga. Amplió su disertación a cómo en Colombia hay varias lenguas denominadas aisladas, sin parientes lingüísticos, entre ellas el Páez (Naza), el Kofan, y la lengua Kamça.

Sibundoy es la principal población de los Kamça, un topónimo recibido por el nombre de un cacique: Tubanoy. En lengua Camëntza se denominó “Tabasoy”. Los cronistas le llamaron “Sibundoy, Simindoy, Signdoy, Abundoy o pueblo grande” (Putumayo Amarillo. Emprendimiento Pymes II, s.f.); durante el periodo 1931-1935 lo denominaron: Las Casas. Posteriormente fue rebautizado por los Capuchinos con el nombre de San Pablo de Sibundoy, en honor al patrono de la parroquia. Por su parte, Santiago, según información oficial de la alcaldía, actualmente principal asentamiento de los Inga, fue fundado por el fraile capuchino Fidel de Montclar en 1851.

Hay que recordar que fueron Juan de Ampudia y Pedro de Añazco, quienes en 1535, siendo tenientes del Adelantado Sebastián de Benalcázar, conquistaron para la Corona española esta comarca y sus pobladores.


RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Con la Conquista, algunos pueblos originarios de América, la antigua, desaparecieron y muchos fueron desplazados; otros, se mezclaron entre sí o con las gentes venidas de Europa y África. Los conquistadores, en su mayoría soldadesca sin otra visión que la riqueza, recorrieron AbyaYala con la espada en alto; a continuación, las misiones evangelizadoras entraron en el continente y por supuesto, a la zona del Alto Putumayo.

Entre las órdenes y comunidades religiosas que realizaron la actividad evangelizadora en esta área, estuvieron los Capuchinos, pero no fueron los primeros; antes estuvieron los Jesuitas, los Agustinos y los Dominicos, en actividades de catequesis. A finales del siglo XVI, Mercedarios, Agustinos y Seculares atendieron el trabajo pastoral en el Valle de Sibundoy.

San Francisco fue el primer poblado fundado por los frailes Capuchinos en la misión del Putumayo. En palabras de Recalde y De Quito (2002): “y viendo que el Valle de Sibundoy era muy atrayente por su clima y abundancia de aguas y terrenos muy feraces, muchos prefirieron quedarse ahí” (p. 7).


4Con este nombre se conoció al continente americano, término que proviene de la lengua de la comunidad Kuna de Panamá y Colombia antes de la llegada de los europeos, y significa literalmente: tierra en plena madurez o tierra de sangre vital. López (2004).


Los Hermanos Capuchinos, también Orden de los Hermanos Menores Capuchiennos (Ordo Fratum Minorum Cappuccinorum, OFM Cap), mejor conocidos como Capuchinos, son una orden religiosa que forma parte de la familia franciscana, siendo una de las tres reformas surgidas de los frailes de San Francisco y fueron instituidos jurídicamente como Frailes Menores, mediante bula Religionis Zelus de Clemente VII en 1528. Su fundador es San Francisco de Asís y su espiritualidad, la franciscana.

La comunidad después de su presencia en España (en 1578), tras muchas aventuras y desventuras, llegaron oficialmente como comunidad a la Nueva Granada por el puerto de Cartagena, el 7 de diciembre de 1647 (SECAL, 1996). El 9 de diciembre de 1777 los hermanos se establecieron en Santafé de Bogotá, en el Hospicio de San Felipe Neri. Durante el periodo de la Independencia fueron expulsados (1818), para después de varios años de ausencia, cuando el gobierno colombiano firmó en Roma un convenio garantizando el libre establecimiento de las Órdenes Religiosas en su territorio, se les permitió regresar a Colombia, unos por el norte (Guajira) y otros por el sur, por la población de Túquerres, en el territorio del actual departamento de Nariño (SECAL, 1996).

Según información de la Diócesis de Pasto (s.f.), en los años de la Prefectura Apostólica (10 de abril de 1859), fueron diez y nueve (19) los poblados fundados por Capuchinos, hasta siete (7) en el Alto Putumayo; allí se dio la conjugación de evangelizar, catequizar, colonizar y civilizar.

En el informe presentado en 1919 por fray Fidel de Montclar, sobre la labor de los misioneros en los actualmente denominados departamentos de Caquetá y Putumayo, entre otros lugares, se advierte como:

(…)según consta en documentos de indiscutible autoridad existentes en los archivos de franciscanos de Popayán y Quito, estas regiones habían sido evangelizadas con fruto muy notable desde los siglos XVI y XVII por los hijos del Seráfico Patriarca; llegaron a existir en aquellos tiempos gran número de pueblos de indios cristianos que constituían una Misión floreciente; pero ¿qué es lo que nos queda de toda aquella magna obra que nos dé siquiera indicios por los que se pueda rastrear algo de lo que fue? Nada. ¿En dónde estaban ubicados tantos pueblos como se mencionan en las crónicas de aquel tiempo, establecidos en el territorio del Caquetá y Putumayo en que regentaron estas Misiones los hijos de San Fráncico? Ni siquiera indicios seguros tenemos. Todo desapareció, todo se malogró al retirarse el misionero (p. 15).

Iglesia y Escuela

El esquema capuchino de la fundación de poblados contó con dos elementos importantes: iglesia y escuela. Estos eran los lugares de la catequesis, la celebración de sacramentos y la actividad escolar.

La primera misión franciscana de la amazonia llegó desde Quito; se enviaban los misioneros o “conversores” y se misionaba a través de las “reducciones” e “internados”. Este sistema se implementó en el Bajo Putumayo y las “doctrinas” en el Alto Putumayo (Diócesis Mocoa – Sibundoy, s.f.).

El Obispo de Pasto confió a los frailes la misión del Caquetá, en donde fundaron en 1896 la misión de Mocoa; en 1899, la de Sibundoy y en 1902, la de Florencia. En estos lugares realizaron su misión pastoral. “Los Capuchinos de Cataluña siguieron su misión evangelizadora en el Putumayo y en la Amazonia Colombiana afrontando con entereza y generosidad esas tierras necesitadas de Evangelio y Educación” (OFMCA, s.f.).

La escuela era una de las estrategias fundamentales de la misión, puesto que la educación de los niños y de las niñas representaba un rápido cambio en su forma de vida. En dicho informe de Montclar (1918-1919), decía el fraile capuchino al respecto que “(…) hay que empezar formando la niñez: los mayores y ancianos se encuentran como atados de pies y manos por los hábitos contraídos, por la terrible y desesperante costumbre[sic], por el peso de la herencia” (p. 18).

Inculturación - Inculturización

Pasado el primer encuentro, en el que se creyó que la convivencia entre los indios y los españoles recién llegados sería como poco necesaria, pronto llegaron las autoridades a creer lo contrario; la solución que se les ocurrió fue la creación de las denominadas “reducciones de indios”, que no eran más que unos lugares donde se establecían los naturales americanos separados de las poblaciones de blancos y mestizos. Esto se hizo para “evitar el escándalo de los cristianos codiciosos y amancebados, cuya vida no era precisamente coherente con su fe”, como lo indica el profesor Gómez (2010, p. 65).

No todos los nativos se adaptaban a la vida en población, pero muchos después de visitar una reducción y de ver cómo era la vida en el poblado de otros nativos, pedían un fraile para que los adoctrinara.

Fue el prefecto fray Fidel de Montclar (1919), quien introdujo un cambio fundamental en la conformación de las nuevas poblaciones; se trató de la convivencia entre blancose indígenas, regulando sus relaciones sociales, económicas y prácticas culturales. Para el fraile capuchino de origen catalán, la corrupción de los colonos no era argumento suficiente para separarlos de los indígenas, como había ocurrido anteriormente con las otras comunidades religiosas. Al contrario, la civilización se daría por el contacto con los grupos de colonos y fue el poblado de San Francisco el sitio para ello.

Figura 3. Texto sobreimpreso de la postal: Misiones Apostólicas de los PP. Capuchinos (Caquetá-Colombia). Rvmo. [Sic] P. Fr. Fidel de Montclar, Capuchino, Prefecto Apostólico y Sr. Gobernador de Pasto. Grupo de habitantes de Mocoa.
Fuente.
Adaptado de “Historia de los capuchinos en Colombia” por OFMCA (s.f.).

Los frailes Capuchinos después de haber sufrido múltiples persecuciones en España, Centroamérica e incluso en Ecuador, encontraron un espacio donde desarrollar su labor misionera: la amazonia y para nuestro caso, el valle de Sibundoy, y poder trazar una línea transversal de su quehacer apostólico: la inculturación o inculturización.

La palabra inculturación es de cuño reciente, pero su contenido no es ninguna novedad. Al mencionar este concepto, la reacción general es de confusión, pues se relaciona a priori con el termino: incultura, pero no se usa en ese sentido, acepción o significación; no es la misma palabra y existe, aunque no se registre en los más elaborados diccionarios.

En el Diccionario de las Américas (Plaza & Janés, 1980), la palabra no se registra, tampoco en el Diccionario Ideológico de la Lengua Española del lexicógrafo Julio Casares de la Real Academia Española (Casares, 1959), y eso que esta obra máxima se precia de ir: de la idea a la palabra; de la palabra a la idea. Lo mismo ocurre con el Diccionario de uso del español de Moliner (1987), filóloga y lexicógrafa española; asimismo, en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (Real Academia Española, 2001)

Inculturación o inculturización, no es solo un término, es un concepto, una percepción que engloba toda una visión, un quehacer que, principalmente en la Iglesia católica, significa la armonización del cristianismo con las culturas de los pueblos. La actuación de la Iglesia católica bajo el papado de Juan Pablo II en África giró en torno a la inculturación. El papa Juan Pablo II ha definido la inculturación en distintos momentos, según la Carta Encíclica SlavorumApostoli (La Santa Sede, s.f.).

Los religiosos Capuchinos, especialmente los del siglo XVI, eran muy sensibles a la práctica de la inculturación de la fe; baste con evocar la figura de San Francisco Javier en Goa (antigua capital de la India portuguesa). En la Historia de la Catequesis en América, se referencia las directrices de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide5 :

No hagáis ningún intento de convencer a estos pueblos para que cambien sus costumbres, su modo de vivir, sus usanzas, cuando no son claramente contrarias a la religión y a la moral. No hay nada más absurdo que pretender llevar a China lo de Francia, España, Italia, o cualquier otra parte de Europa. No llevéis nada de esto, sino la fe, una fe que no rechaza ni ofende el modo de vivir y las costumbres de ningún pueblo, cuando no se trata de cosas malas. Todo lo contrario: la fe quiere que estas cosas sean conservadas y protegidas (Morín, 1659, p.22).


5Congregatio pro Gentium Evangelisatione - La Congregación para la Evangelización de los Pueblos-. Es en la Curia Romana la responsable del trabajo misionero y sus actividades relacionadas, es conocida también como: Sacra Congregatio de Propaganda Fide, Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe.


La comunidad capuchina lamentaba, por esos tiempos, la decadencia en la que se encontraba buena parte de la Iglesia europea y no es de extrañar que muchos hayan creído:

(…) que la gran esperanza de la Iglesia se encontraba en el Nuevo Mundo, donde los indígenas con su vida frugal, su ascetismo natural, su modestia, su ausencia de codicia, su inclinación a compartir, su solidaridad, ofrecían una materia prima excepcional para fundar una Iglesia con el fervor de la Iglesia apostólica. Hacia esto parece apuntar la famosa frase de Las Casas: “Dios ha querido reservar para nuestros tiempos que se predique en lo último del mundo, y que se implante la Iglesia en el Nuevo Mundo, y tal vez allí pasarla” (Morín, 1659, p. 23).

pobladores. El historiador francés Duverger (2007), dijo incluso que “los frailes franciscanos se indianizaron para evangelizar a los indios y que los indios se convirtieron al cristianismo para poder conservar su cultura” (p. 54). El mismo autor menciona como en la Nueva España, fray Sebastián Ramírez de Fuenleal, a quien le habían llegado muchas quejas del comportamiento de los nativos, cuál fue su sorpresa cuando vio que estos manifestaban un especial cariño por los frailes franciscanos. El Obispo preguntó por qué querían tanto a los frailes y la respuesta fue:

Señor, porque los padres de san Francisco andan pobres y descalzos como nosotros, comen de lo que nosotros, sestánse[sic] en el suelo como nosotros, conversan con humildad entre nosotros, ámannos [sic] como a hijos; razón es que los amemos y busquemos como padres (Duverger, p. 32).

Es claro que el deseo de compartir la cultura del nativo americano se tradujo en la necesidad de hablar su lengua nativa y no imponer la europea. No debió ser fácil, ya que no existían diccionarios ni gramáticas; cuando los hubo traducidos a las lenguas indígenas, fueron textos de catecismos pictográficos, de doctrinas, cartillas, libros bíblicos, sermones y demás. Este es el mejor testimonio de la preocupación de los frailes por inculturizarse con el indígena, hablar en su lengua y conocer su cultura. Es posible que no haya existido, de parte de los frailes capuchinos, la intención consciente de salvaguardar para la posteridad las lenguas propias de las comunidades ancestrales en las que hicieron presencia, pero lo cierto es que ocurrió y eso al día de hoy es una realidad incontrovertible.

Durante el siglo XVI se trascribieron catecismos a diversas lenguas en el continente americano. En la obra Historia de la catequesis en España, de Resines (1995), presenta no menos de setenta cartillas, doctrinas y catecismos de autores distintos. Las cartillas más elementales y por supuesto las más utilizadas, eran herencia de la Edad Media, de un contenido clásico: credo, padrenuestro, mandamientos, sacramentos, pecados y virtudes, obras de misericordia, etc. Las traducciones a lenguas indígenas, transcritas a mano, presentaban muchos errores por las dificultades mismas del uso de la lengua y la escritura; sirva como ejemplo el contenido del Auto de la Real Audiencia reunida en Santa Ana de Cuenca (Ecuador) y enviada a los Alcaldes Ordinarios de la ciudad de Pasto, para que: “exijan a los escribanos que todo documento sea trascrito con claridad y sin abreviaturas, que no dé pie a trampas en perjuicio de las personas, so pena de multas y responsabilidad sobre el perjuicio que cause” (Bolaños, 2012, p. 218).

Los idiomas, el hablar las lenguas maternas, son el portón de entrada a las culturas, en el caso que nos ocupa milenarias, como refiere la mencionada Historia de la Catequesis en América Latina de Morin (1659): “Con todo, no se podía esperar una inculturación muy profunda, pues sólo los mismos indios, como los mismos africanos, (quienes) están capacitados para inculturar el evangelio en sus propias culturas” (¶. 13).

Para ejemplarizar la inculturación franciscana, conozcamos este aparte de una carta escrita en 1989 por el Prefecto Apostólico de Leticia,M. E. Canyes titulada: A sus queridos hijos del amazonas:

El 15 de febrero de 1936 fue nombrado Director del Orfanato de La Chorrera el M.R.P. Javier de Barcelona. ¡Con qué celo y titania se dedicó a su Misión! Estuvo allí catorce años. Surcó ríos, rondó trochas, habló el idioma aborigen, mambeó coca en las malocas, “se hizo indio”, desempeñándose maravillosamente como Padre de los internados de San Rafael y Araracuara. Murió el 25 de diciembre de 1.970, en la Clínica Palermo de Bogotá, a donde hubo que llevarlo casi a la fuerza, pues quería morir “trabajando”, “con los indios” y “en la selva” (Canyes, 1989, p. 6).

Catequesis

El Papa había donado el Nuevo Mundo a los reinos de España y Portugal, con el compromiso de evangelizarlo y con este encargo llegaron misioneros y obispos. En la religión católica la evangelización empieza con la catequesis. Se denomina catequesis o catequismo (del griego κατηχισμός, κατηχεῖν), al ejercicio de instruir en cosas pertenecientes a la religión, al arte de enseñar con preguntas y respuestas; también es la obra que contiene la exposición sucinta de una ciencia o un arte, según el Diccionario de la Lengua de la Real Academia (Real Academia Española, 2001, p. 481).

La evangelización no fue una tarea fácil, entre otras dificultades, una fue muy considerable, el hecho de que los nativos americanos veían la fe cristiana como algo propio de los conquistadores y su despotismo. Después del trauma inicial de la primera conquista, los indígenas, aun y justamente cansados por los atropellos de los conquistadores, fueron atraídos por los frailes.

Con relación a la catequesis, dos problemas fueron considerables: por una banda, la capacidad de los indígenas para recibir el bautismo, y por otra, el hecho de celebrar bautismos grupales. Lo primero tenía que ver con la capacidad racional de los indígenas; esto lo aprovechaban los blancos porque si los indios eran seres irracionales, podían apoderarse de sus bienes y someterlos a la esclavitud. En lo segundo, el Papa Pablo III y su Bula Sublimis Deusen 1537 (Gil, s.f.), mandó que, en adelante, salvo en caso de emergencia, no se omitiera la menor ceremonia. Con los concilios de Lima y México, la pastoral catequé- tica fue tomando el estilo que conservaría durante toda la época hispana.

Otros obstáculos fueron las muchas y distintas culturas, las lenguas, los climas, la topografía y la inmensidad geográfica, así como los bichos y las fieras. Por su parte, los obispos no eran más que funcionarios de la corte, quienes mantenían frecuentes fricciones con el poder civil de los Oficiales Reales.

En el Concilio III Provincial Mexicano de 1585, confirmado por el Papa Sixto V, de acuerdo con Galván (1859), se invita a aprovechar la enseñanza de los primeros rudimentos de las letras para enseñar la doctrina y las buenas costumbres a los niños. “Por eso las cartillas de aquel tiempo juntan casi siempre alfabeto, ejercicios de silabeo, tablas de multiplicar y doctrina cristiana” (p. II). En el mismo documento se confirma como “los franciscanos fundaron muy pronto escuelas para hijos de caciques, destinados a ser los futuros apóstoles de sus padres y hermanos. Ya había una de estas escuelas en Santa María del Darién, en 1514, con un período de formación de 24 lunas” (p. 12).

En el periodo de la independencia, la catequesis sufrió los embates revolucionarios; muchos de los nuevos Estados quedaron vacantes de diócesis y obispos, en razón a las campañas de los liberales contra la Iglesia, sus colegios y sus comunidades religiosas. A mediados del siglo XIX, varias congregaciones religiosas retornaron o llegaron por primera vez; su entusiasmo era mayúsculo: crearon seminarios y colegios, misiones en las selvas, en las zonas rurales y en los pueblos y ciudades.

La gran novedad fue la llegada de las comunidades femeninas; mientras en la Colonia las monjas lo eran de clausura, encerradas bajo llave en sus conventos, como el caso en San Juan de Pasto de las Reverendas Madres del Convento de la Inmaculada Concepción, en la República, las monjas practicaron su apostolado en la calle, en el campo y en la selva; incluso, asumieron la carga pastoral en hospitales, orfanatos, colegios y asilos. Según la carta de fray M. E. Canyes Santacana, en el año de 1986 se da principio a la construcción del Asilo de Ancianos de la población de Leticia, siendo su gran impulsora Sor Ana Lucia Marín.

En la mencionada carta de despedida de fray M. E. Canyes (1989), deja constancia de su gratitud: “Mil gracias también a las Reverendas Hermanas Vicentinas, a las Reverendas Hermanas de la Madre Laura, a las Reverendas Hermanas Franciscanas de María y a las Reverendas Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor” (p. 7). Finalmente dejemos expresamente dicho como en el mismo documento consta que por el mes de abril llegan las Hermanas Vicentinas a Puerto Nariño y en marzo de 1968 “Se funda en Leticia el Hogar Virgen de la Paz, para promoción de la mujer leticiana” (p. 11).

Las fuentes documentales no muestran el papel de las mujeres solteras, casadas y madres de familia, pero es seguro que ellas jugaron un papel muy importante en la transmisión de la fe y la educación.

Educaciòn

Si bien la catequesis es la instrucción en determinada religión y el catequismo tiene por objeto transmitir la fe a aquellos integrantes de la comunidad religiosa con el fin de que aprendan preceptos, tradiciones y ceremonias, también es verdad que a través de estas prácticas se desarrolló una pedagogía, una educación, es decir, se enseñó. Según Soyinka (2009), “Enseñar es instruir, doctrinar, amaestrar [a uno], es amaestrar [en alguna materia]. Dar [a uno] advertencia, ejemplo o escarmiento, o indicar, dar señas [de una cosa], también mostrar, exponer [una cosa] para que sea apreciada. Dejar ver [una cosa] involuntariamente” (p. 22).

Rodríguez (1963), deja claro el quehacer educativo de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, al narrar cómo, dondequiera que se establecían, fundaban un convento-seminario y una escuela de primeras letras. Sus principales fundaciones en la época Hispano-Granadina fueron las siguientes: el Colegio Seminario de San Luis en Bogotá establecido en 1580 por el arzobispo fray Luis Zapata de Cárdenas, donde era indispensable para los maestros y profesores el saber la lengua indígena. “De los primeros 18 alumnos, 17 eran becados y se levantaron en huelga, movimiento este que se cuenta como el primero en el país” (Rodríguez, p. 82). En 1587 fue suprimido este plantel; más tarde, el arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero lo abrió de nuevo y lo puso bajo el cuidado de los jesuitas con el nombre de San Bartolomé.

Por su parte, Salazar (1946), en su obra Estudios Eclesiásticos Superiores en el Nuevo Reino de Granada (1563-1810), dice que: “Los estudios estaban destinados a desenvolverse [sic] con el tiempo. No hubo cátedras superiores. Y las inferiores que existieron fueron de gramática, castellano, canturia, y la lengua de los naturales” (p. 63).

Sobre la creación de centros educativos por los Capuchinos, como el Colegio de San Francisco de Medellín, Rodríguez (1963), indica como dicho centro educativo fue fundado en 1803 por fray Rafael de la Serna. De esto da cuenta una placa conmemorativa en el actual edificio Olano; allí funcionaron por mucho tiempo un convento, el noviciado, la escuela de primeras letras y el colegio de estudios superiores. Más tarde, se trasladó a la Plaza de San Francisco, hoy San Ignacio, donde ya en 1809 estaba en pleno funcionamiento este colegio con cátedras de gramática, de latinidad y de cánones. Este instituto vino a ser el origen de la Universidad de Antioquia. Por su parte, el sacerdote franciscano Padre Arcila Robledo en Apuntes Históricos de la Provincia Franciscana en Colombia (1953), trae un documento escrito de puño y letra por fray Rafael de la Serna que contiene el reglamento y los planes que desde un principio se dieron para el mejor funcionamiento del mencionado colegio de San Francisco de Medellín, dispuesta la fundación por Su Majestad por real cédula de 19 de enero de 1804.

La provincia franciscana en el Nuevo Reino durante la etapa Hispano-Granadina, fundó también otros colegios como el de Santa Fe de Bogotá, en 1700, el Colegio de Cartagena (1614), año en que se abrió la cátedra de filosofía, tanto para los religiosos como para seglares, además del Colegio de Tunja (1610). Anexa a este Colegio había una escuela gratuita de primeras letras, la misma que el general Santander suspendió por el decreto de 17 de mayo de 1822. En ese antiguo local funciona ahora la Escuela Normal de Señoritas. El Colegio de San Buenaventura (1715), también para la educación superior franciscana, fue el Alma Mater de la Provincia de Santa Fe, instituto que vivió una edad de oro a merced de la obra realizada por el Padre Fray Diego Barroso (Capuchino). Los estudios superiores de este colegio los estableció el Arzobispo Virrey Antonio Caballero y Góngora para optar grados en la Universidad Tomística (Arcila, 1953. p. 83).

Para adentrarnos en el siglo XIX, tenemos la información dejada por fray Marceliano Canyes Santacana (1989), quien había sido Inspector de Educación del Caquetá y nos deja un listado de actividades, fundaciones y demás actividades realizadas en la zona amazónica, incluido el Alto Putumayo que es ejemplo de lo que los capuchinos realizaron en esta zona del país. Deja dicho el fraile Capuchino:

En 1956 llegaron a Leticia los Reverendos Hermanos de las Escuelas Cristianas, para empezar Escuela de niños, quienes se retiran en 1967. En agosto 17 de 1957, ocupó la actual residencia del Prefecto Apostólico y colocó en ella las oficinas de la Prefectura y de la Educación. Dos años después se estrenó el nuevo edificio del Internado de La Chorrera, pues el viejo, local donde funcionó la “Casa Arana”, fue dos veces batido por las aguas del río, en pavorosas avenidas. El mismo año se fundó la Normal, que era exclusivamente femenina, de la cual en noviembre de 1.962 egresa la Primera Promoción de maestras. También se funda una pequeña escuela en Nazaret en Leticia (¶. 82).

Sigue el fraile dejando constancia de las actividades en torno a la educación:

En 1966 el Liceo Orellana, La Normal y la Escuela Anexa, forman el “Núcleo Nacional Integrado de Leticia”. El año de 1974 en marzo aparece la revista “Horizontes”, en septiembre surge la revista Acción, dedicada a la formación e información de catequistas indígenas. En 1975 la Prefectura entrega la educación urbana al Ministerio de Educación, esto dice el fraile se debe al fruto de intrigas de los políticos, de tal manera que la Prefectura se queda con la rural y el fray, que era Inspector General de Educación del Amazonas, pasa a ser Coordinador de Educación Nacional Contratada. En 1976, el 16 de febrero precisamente “Le hago entrega formal al Ministerio de Educación del Colegio Nacional Integrado, hoy La Normal [sic]”, dice el fraile. Luego en 1977 se funda el Fondo de Ahorro y Crédito de Maestros Auxiliares del Amazonas (F.A.C.M.A). En marzo de 1978 aparece el primer número del periódico Correo Educativo, órgano de la Coordinación de Educación Nacional. Tres años después se funda el Centro de Capacitación Industrial San Juan Bosco, buscando adecuada solución a la enseñanza secundaria para indígenas de Amazonas, este centro de educación funciona en Leticia. En 1987 se implementa en las escuelas del río Amazonas el sistema de “Escuela Nueva”, y se fundan los “Microcentros”. Y en 1988 en La Chorrera y en Arara se implanta la “Etnoeducación”, atendiendo al Decreto 1142. En La Chorrera se elaboran y editan cartillas de lectoescritura en lenguas originarias, el huitoró y en bora y se publican folletos de mitos, leyendas, en general de la cultura indígena(¶. 87).

Figura 4.La Escuela Normal Nacional fue creada por iniciativa del Vicariato Apostólico de Sibundoy, con el objetivo de formar maestras para que se encargaran de la educación en las escuelas fundadas por la Misión Capuchina en el territorio putumayense. Adaptado de “Normal Putumayo; con miras hacia el futuro” por Institución Educativa Superior del Putumayo, 2009.
Fuente.
“Normal Putumayo; con miras hacia el futuro” por Institución Educativa Superior del Putumayo, 2009.

Finalmente, el fraile consigna en su carta la nómina completa de Planteles de Educación de la zona rural del Amazonas, que están a cargo de la “Educación Contratada”: Internados, Escuelas Centrales y Filiales; dice él:

Son ellos “mi gozo y mi corona”. En resumen, en el sector del río Amazonas son veinte (20) escuelas y sus filiales, en el Sector del río Putumayo diecinueve (19), con un internado, en el sector del río Caquetá tres internados y nueve (9) escuelas; estos se complementan un Centro de Capacitación Industrial, un Centro Femenino de Capacitación, en Nazaret y un Centro de Promoción Social Femenina Virgen de la Paz, en Leticia (¶. 82).

Monseñor Marceliano E. Canyes Santacana, Prefecto Apostólico Dimisionario de Leticia, falleció en Leticia, departamento del Amazonas el 10 de mayo de 1989 y sus restos reposan en la iglesia catedral de la misma ciudad. La Escuela Normal de esa ciudad lleva su nombre y es una institución de carácter oficial y naturaleza pedagógica.

Como se mencionó al comienzo de este artículo, desde la llegada de los Hermanos Menores Capuchinos (O.H.M.F.), en el siglo XVI a este continente, a esta región del sur de la actual república de Colombia y específicamente al Alto Putumayo, su misión apostólica se extendió a la educativa creando centros de enseñanza por todo el territorio. Hoy en día, en la zona del Valle de Sibundoy, no existe ningún centro educativo regentado por los Capuchinos, después de haber fundado la totalidad de ellos en los actuales municipios de Sibundoy, San Francisco, Colón y Santiago; los múltiples planteles que han creado han sido entregados a las Secretarías de Educación de los gobiernos municipales, departamentales y nacionales, básicamente por la falta de frailes

Por su parte, en el departamento de Nariño, la comunidad franciscana lidera la Institución Educativa Municipal María Goretti para señoritas, el colegio masculino Instituto San Francisco de Asís y el Instituto Universitario Centro de Estudios Superiores María Goretti (Institución Universitaria CESMAG), con sede en la ciudad de San Juan de Pasto, y que este año celebra sus 35 años de fundación; acoge a enero de 2017, a 6.655 estudiantes, 500 docentes, 224 administrativos y sus egresados llegan al número de 1.120 (Institución Universitaria CESMAG, s.f.).


CONCLUSIONES

El quehacer misional de los capuchinos fue y es de la mayor importancia para las comunidades donde han hecho presencia, en este caso los Andes y la Amazonia. Su misión principal era evangelizar, pero gracias a la conciencia sobre el respeto de las culturas aborígenes y la importancia de las lenguas propias, también actuaron en la acción más importante para su salvaguardia: dejarlas practicar y aprenderlas para catequizar, evangelizar y enseñar con ellas.

La línea transversal que tiende la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos en su quehacer misional, sobre las comunidades en las que hace presencia, conocida como inculturalidad, inculturación o inculturización, pone de relieve la filosofía de respeto por el otro, su cultura y sus expresiones, en este caso el de las comunidades ancestrales del Alto Putumayo y la salvaguardia de sus lenguas propias y ancestrales: Inga y Kamça.


REFERENCIAS

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